Fíjense en el ínfimo puntito pálido azulado, el Pale Blue Dot de la franja marrón situada a la derecha de la fotografía (Public domain, via Wikimedia Commons [1]). Es la Tierra vista desde más de 6000 millones de kilómetros de distancia por la nave Voyager 1, trece años después de ser lanzada al espacio, en septiembre de 1977. Veintitrés años más tarde la NASA anunció que la Voyager 1 había abandonado el Sistema Solar, siendo el primer objeto fabricado por el ser humano que navega por el espacio interestelar. Ahora mismo sigue adentrándose en el espacio profundo de la Vía Láctea ―nuestra galaxia― y envía datos a la Tierra desde más de veintiún mil millones de kilómetros. A la velocidad de la luz tardan cerca de 20 horas en llegar (en comparación, los datos de Marte tardan 20 minutos de media). Los diversos sistemas de la nave se alimentan de un generador de plutonio que seguramente funcionará alrededor de una década, quizás más, y después la nave quedará inerte. [2] Buscaremos la señal y ya no la encontraremos. La Voyager 1 habrá desaparecido para siempre.
Voyager es el nombre de un programa de la NASA para explorar los planetas más grandes (con diámetros entre 4 y 12 veces superiores al de la Tierra) y más alejados del centro del Sistema Solar. Se basa en dos naves gemelas no tripuladas, Voyager 1 y Voyager 2. La 2 se envió al espacio en agosto de 1977, unos días antes de la 1, para aprovechar una conjunción poco habitual de los planetas Júpiter, Saturno, Urano y Neptuno. Esta conjunción es tan infrecuente que sólo ocurre una vez cada 175 años. [3] Entre 1979 y 2006 la Voyager 2 visitó estos planetas gigantes y varias de sus lunas, descubriendo cosas como el primer volcán activo fuera de la Tierra en el satélite Io de Júpiter, tres anillos desconocidos en Neptuno y vientos de más de 1500 Km/hora en su atmósfera llena de nubes de metano, y muchos otros fenómenos y objetos interesantes, como diez lunas adicionales en Urano. Voyager 2, al igual que su nave gemela, continúa dando señales de vida mientras prosigue su viaje por el espacio interestelar.
El programa Voyager ha sido uno de los éxitos científico-tecnológicos más grandes de todos los tiempos. Ha demostrado una vez más la capacidad humana de imaginar, construir y hacer funcionar durante largos periodos (40 años en la actualidad) unos sistemas extraordinariamente complejos, capaces de resistir condiciones de radiación, magnetismo y temperatura verdaderamente extremas. Ha hecho crecer exponencialmente el conocimiento sobre la parte exterior del Sistema Solar y ha generado un extraordinario reportaje fotográfico [4] que utilizado en clase puede servir para despertar en la gente joven el interés por la Astronomía y la emoción por el descubrimiento. De alguna manera las Voyager son como los exploradores marítimos de antes, salvo la certeza de que nunca volverán.
La misión Voyager puede muy bien servir para ilustrar la posición infinitesimal del ser humano en el escenario cosmológico. A propósito de esto, en una conferencia en la Cornell University en 1994, Carl Sagan dijo que el Pale Blue Dot es eso, un puntito, nuestra casa, donde todo el mundo vive su vida, sea en el presente, fuera en el pasado o vaya a ser en el futuro. La foto hace evidente y sobrecogedor el hecho de que nuestro planeta es un granito de arena en medio de la oscuridad cósmica, que no hay ningún indicio de que alguien pueda venir a salvarnos de nosotros mismos, que esta tarea es exclusivamente nuestra. Sagan invitó a los estudiantes a pensar en las crueldades sin fin que habitantes de algún lugar del puntito han infligido en los de algún otro rincón, cuántos deseos sus moradores tienen de matarse entre ellos, cuán frecuentes son las incomprensiones e intransigencias y como de fervientes son sus odios. El punto azulado es una metáfora de lo irelevantes que somos, de cómo nos engañamos cuando nos creemos superiores a otros o lo errados que estamos cuando pensamos que tenemos algún tipo de posición privilegiada en el universo. La lección de Sagan, hoy más vigente que nunca, es un clamor apasionado a nuestra responsabilidad de tratarnos con más amabilidad y compasión y preservar y valorar ese puntito azul, la única casa que hemos conocido. [5]
La tecnología de las Voyager es antigua, propia de los años 70 del siglo pasado, aunque fuera la más avanzada en su momento. Es por ello que la epopeya Voyager también es una metáfora del cambio tecnológico. De hecho supimos de su lanzamiento por las revistas, la prensa y la televisión, cuando aún quedaban aparatos de TV en blanco y negro en los hogares. Especulo que quizás el NO-DO se haría eco de la notícia. No había Internet, que aún tardaría dos décadas en llegar a la gente. A la foto del puntito de 1990 sólo hemos podido acceder mucho más tarde. En 1977 se utilizaban máquinas de escribir manuales, o eléctricas, en algunas oficinas selectas. No había ninguna pantalla encima de una mesa de oficina, hogar o escuela. El entorno de los ordenadores eran los espacios cerrados de los centros de cálculo, de donde parecía que no saldrían nunca. Justo en aquel momento Wozniak y Jobs presentaban el Apple II en la West Coast Computer Faire. También este año apareció la consola Atari 2600, con joystick, cartuchos de juegos intercambiables y conectable a la televisión, inaugurando la revolución del juego en el mundo juvenil. En los primeros años de navegación de las Voyager, además del teléfono, la tecnología de comunicación en expansión era el fax, aunque por aquí todavía era poco usual en las empresas. Cuatro décadas después el fax ha pasado a la arqueología de la tecnología, sustituido por servicios de Internet, si bien se mantiene en lugares con déficits técnicos o de regulación.
Cuando las Voyager exploraban Júpiter, 1979, Sony lanzó al mercado un aparato que cambiaría para siempre la manera de escuchar música: el reproductor portátil de casetes Walkman, legendario icono de la juventud de la época. La aproximación máxima de Voyager 2 a Urano ocurrió en 1986, año que el Programa d’Informàtica Educativa (de grata memoria para determinados colectivos de profesorado) ponía ordenadores PC-compatibles en institutos y centros de recursos pedagógicos. El Bull-Micral 30 poseía un disco duro de 10 Mb, una capacidad de almacenamiento muy superior a la de los ordenadores de las Voyager. Para hacernos una idea: la memoria de estos era (y es) 64 Kb, un millón de veces menos que un pendrive de 64 Gb de hoy, o unas 250.000 veces menos que un iPhone 5 típico del año 2012. [6] La capacidad de proceso también es inverosímilmente inferior a la de un teléfono móvil ordinario. Por ello, para ahorrar memoria y capacidad de proceso, y también porque en el espacio interestelar no hay nada que fotografiar, se pararon las cámaras justo después de la foto de 1990.
Otro ejemplo, el último que citamos, de la tecnología de la época es el Voyager Golden Record, un disco fonográfico tipo LP con una aguja e instrucciones para reproducirlo que llevan ambas Voyager. Se trata de un disco metálico, recubierto de una capa de oro, fabricado con la intención de que pueda resistir mil millones de años el rozamiento con las partículas del espacio interestelar. Una inscripción gráfica en la cara externa del disco sugiere el lugar del espacio donde se ubica el Sistema Solar. Cada disco contiene textos, imágenes y sonidos de la Tierra, seleccionados como mensaje interestelar de los terrícolas a la civilización o alien que lo pudiera llegar a encontrar. Curiosamente no se permitió a Sagan incluir fotografías de una mujer y un hombre desnudos, no fuera que los extraterrestres se escandalizaran.
Finalmente, el periplo de las Voyager me fascina como metáfora de la trayectoria profesional de la gente de mi generación. Hablo de la generación que empezó a funcionar en sociedad más o menos la misma época del lanzamiento de las naves al espacio, coincidiendo con el final de la larguísima dictadura y el inicio de la expansión del país. Una generación que ahora ya se ha retirado o lo está haciendo, y que se acerca al espacio ignoto del silencio absoluto.
Trabajamos con las tecnologías y condicionantes de ese momento. Tuvimos un tiempo de preparación antes de empezar a rendir: las naves volaron años antes no llegaron a sus primeros destinos. Trabajamos con intensidad un largo periodo, obteniendo resultados con aciertos y equivocaciones, al igual que los datos científicos fueron acompañadas de fallos y se produjeron averías a bordo, a pesar de las cuales continuaron funcionando y prosiguiendo sus viajes. Generacionalmente dimos un retorno a la sociedad, de alguna manera justificando la inversión que se había hecho en nosotros, lo que las Voyager han hecho con creces. Finalmente, en un tiempo diferente y en un contexto social, político, económico y tecnológico distinto al de nuestros inicios, dejamos la actividad que ha ocupado nuestra vida profesional y nos adentramos por un espacio desconocido, del que lo único que sabemos seguro es que verá cómo nos apagamos un día u otro. Lo encuentro melancólico y su la vez satisfactorio.
Personalmente me es satisfactoria la idea de dejar algunos textos breves en esta especie de espacio interestelar que es el ciberespacio, y fantasear con la posibilidad, aunque sea infinitesimalmente remota, que en el futuro alguien los encuentre, como si fueran contenidos del Voyager Golden Record.
Escribiendo este post me ha venido a la cabeza una estrofa de American Pie, la espléndida y alegórica canción de Don McLean que escuchaba en mis años de universidad. Dice Así:
Oh, and there we were all in one place
A generation lost in space
With no time left to start again
No tenemos tiempo de volver empezar, pero el viaje, aunque sea por la periferia, continua.
Ferran Ruiz Tarragó
——————————
[1] Voyager 1 Public domain, via Wikimedia Commons
[2] No es que se acabe el combustible, pues la vida media del Plutonio-238 es de 87 años, sinó que los termopares que convierten el calor en electricidad se degradan. Está estimado que para 2032 no habrá suficiente energía para las comunicaciones. Para información sobre esto y otros aspectos del programa Voyager, se puede consultar: https://en.wikipedia.org/wiki/Voyager_program
[3] En la conjunción los planetas se hallan al mismo lado del Sol en una posición escalonada que permite aprovechar la atracción gravitatoria de cada uno de ellos para impulsar la nave hacia el siguiente planeta.
[4] Galería de imágenes del Voyager del Jet Propulsion Laboratory de Pasadena (NASA).
[5] El artículo Pale Blue Dot de la Wikipedia contiene un fragmento relevante del mencionado discurso de Carl Sagan.
[6] Voyager 1 Got to Deep Space on Less Memory Than Your iPhone 5. http://mashable.com/2013/09/12/voyager-1-iphone-5/#SBKyaYYdIOq2